
Y divagando, mientras te arrodillabas ante mí ego, recordé una canción que no era tuya, era de un pasado más bonito, en donde tú no estuviste nunca, pero nosé porque se me vino a la cabeza. Tal vez suplante a ese “pasado bonito” por ti, e imagine que valía la pena cantar en mi mente mientras hablabas y respirabas por la boca a la misma vez.
“Nos encontramos en la calle. Yo diría casualidad. Aún conservaba esa mirada. Ese garbo, ese swing, ese charme. Venía supercolocada su sonrisa, si, era algo especial. Cuando me dio la cachetada, puso las cosas en su lugar. Luego me abrió su boca. Como la libertad. Tomamos unas copas y en el bar se echó a llorar. El tiempo pasó. Fuimos ella y yo, dos en la ciudad...
Reaccione como al minuto, ella seguía hablando a mil por hora, repace la letra de la canción y me di cuenta que en muy pocas frases concordaba el momento soñado con el que estaba viviendo en ese instante. No me importo, volví a divagar nuevamente, obviamente imaginando que ella no era ella sino ese “pasado bonito” que abandoné en mi insensatez y brutal machismo. “Me pregunto cómo había sido. Cómo fue que elegí partir. Sí había tenido algunos hijos. Y sí alguna vez fui tan feliz. Le pregunté si estaba sola. Ella si que sabía fingir. Que ingenuidad no era una boba. Era el mismo monte Sinaí. Paso, paso, paso nuestro cuarto de hora. Paso, paso, pero aún sabíamos reír”
No hay comentarios:
Publicar un comentario