jueves, 18 de febrero de 2010

3, 2, 1 Knock Out...

El amor antes que nada es un talento natural. O se nace sabiendo o no se sabe nunca. Tras esas breves palabras me cerró la puerta en mí operada nariz. Luego se asomó por la ventanita e intuí una maliciosa sonrisa, como quien golpea a su odioso rival en la boca del estómago. Gancho directo a la mandíbula, derechazo al corazón. Plum, el rival cayó cual saco de papas en el ring del amor. 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, knock out indiscutible. Tras mí derrota, vi como se descalzaba, luego sentí su pie, suave, bello y caliente posarse en mi rostro, como quien termina de humillar a su rival vencido. Me dijo siéntelo por última vez, porque nunca mas será tuyo. Me los restregó y huyó. Se fue con sus pies suaves, bellos y adictos a la humillación y las lamidas.
Luego, algo del poco orgullo que me quedaba logró que me pusiera de pie, caminando en zigzag y medio encorvado me retiré de su casa. No mira atrás, he aprendido a nunca hacerlo, es mejor así, sin presente pero tampoco cargando mí pasado. Huí, me fui, me desterré de tú vida y tú corazón, no hice preguntas tontas ni quise saber tus motivos – eran tan evidentes que mis manías e infidelidades te cansaron – ya todo el mundo los comentaba.

No regresé hasta el sol de hoy, te vi, no cortabas margaritas en el jardín, mucho menos saliste entre los tuyos caminando, tampoco eras un ángel o un rubí, sólo simplemente te vi. Y, cual exagerado, exacerbado y cuasi esquizofrénico, nunca puedo disimular, las orejas se me pusieron rojas, los cachetes iniciaron una ebullición volcánica y mí mirada se perdía entre pensamientos irreproducibles, porque eran inentendibles. Juro que intente darme media vuelta, pero olvide decir que también soy masoquista y salvaje y me encanta hacer sufrir a la gente. Suelo pasear inadvertido por lugares del recuerdo, sin recordar nada, sólo para creerme el cuento que en alguna época - ¿buenas épocas? – fui un don juan, así, con minúscula, porque tal vez lo intente pero no lo logré. Entonces esos lugares me recuerdan que con un poco más de empeño hubiera podido ser un buen conquistador y no un pésimo aprendiz.




Y no pude cumplir varias metas de mí vida porque tengo el peor defecto del mundo, sentimentalismo, me sucumbe, me enamora, me deprime, me vuelve un maniaco, me convierte en el buen samaritano, anima mis hábitos pervertidos y mis gustos tan extravagantes. Y ese es uno de mis mayores miedos, que una de las (des) afortunadas cuente, divulgue e inmortalice mis estrambóticos gustos fisiológicos, sexuales y carnales. No me avergüenza sentirlos, tenerlos y poseerlos, me exaspera que ellos me dominen siempre a mí. Porque un error lo comete cualquiera, pero cientos de errores no son perdonables. Puedo jurar, asegurar y afirmar que yo no le temo a la muerte, más le temo a tu llanto y angustia.