viernes, 28 de mayo de 2010

El hijo del destino pesetero...

Hoy es un día de aquellos donde necesito escribir. Uno, porque me siento miserable. Dos, porque me siento decaído, bajoneado e inverosímil. Tres, porque siento que no soy nada. Y mejor no sigo nombrando. Sería tedioso. Hoy es un día de aquellos donde me siento sucumbir. Donde me inundo de lo más miserable que tiene mí ser. Un día donde no soy nada, y valgo menos. Hoy es un día donde mis enemigos deben aprovechar para destruirme y no dejar que me vuelva a levantar. Hoy es un día donde la pobreza, en todo sentido, me llena los bolsillos de desdicha. Y donde saco a relucir mí mejor cara de variopinto pusilánime. Mí mejor perfil de infortunado profesional e infeliz sobrino del destino pesetero. Hoy es el mejor día para solear mis desventuras y empalagar mis sentidos.

Hoy pueden llamarme de todo. Hoy no respondo. Hoy denme un knockout de odio y frustraciones. Hoy necesito un uppercut de venganzas e indecisiones. Hoy regálenme un crochet en la boca del estómago que seque mis ilusiones. Hoy me siento ruin y perverso; como aquel canalla innoble que desmerece su innoble oficio de ser varón. Hoy me siento un bellaco de dos por tres capaz de conquistar la insania y el perdón de los recuerdos. Acobardado de amor y mendigando moneditas de la suerte, me encantaría encontrar un camino más factible para llegar al final de mí vida sin mirar a los costados bochornosos. Abatido por las circunstancias me doblego a los pies de la conformidad y me atolondro al saber que no soy bueno, mucho menos inteligente. Soy infame y truhán.

Hoy hago una catarsis esperando hallar una paz interior que me permita liberar el toro que llevo dentro. Hoy busco una salida a tanta maraña de sórdidas intenciones que sacuden mí existir. Hoy no quiero ser leído ni comentado. Hoy quiero recibir insultos y atropellos. Quiero ser abofeteado por la puta indiferencia que circunscribe mis precarios logros académicos y profesionales. Hoy quiero sentir la estrechez del corazón ajeno que dañé con salvaguardia; la desdicha de las miradas que ensombrecí sin miramientos; la pasión abstinente que atiborré con fantasías perversas que acallan mí libido más mío; y quiero pedir perdón anclado a los pies de la verdad que enardecí con mis cuentos tan ajenos y perversos, tan creíbles y ávidos de sexo y malas noches.
Hoy no es mí mejor día. Hoy no estoy adentro mío. Tortura china pa´ mí...

sábado, 8 de mayo de 2010

No me beses, mejor tócame...



Yo te prometí hacer deporte pero era una mentira, para robarte un tal vez. Y si, dejé las drogas y me inicié en el mundo del gimnasio, del basket y del fútbol. Pero poco tiempo después descubrí que nada es tan importante, ni vale tanto como para dejar mis vicios por una dictadorzuela de pacotilla. Soy un ser histérico de por si, cuando estoy de malhumor suelo tener pésimas respuestas ante cualquier pregunta, me atolondro de más y burbujeo por mandar todo a la mierda y huir. Esa es mí paz, esa mi frontera, mí ciudad, tus talones, tus nalgas y tu espalda, alrededor no hay más nada. No me gustan los besos de más, prefiero quedarme con las ganas del jugueteo de una lengua a empacharme con besos furibundos que atosigan mí comúnmente atiborrada sed de pasión. Bésame pero no tanto. Mejor tócame y cállate.
 

No soy un ser cariñoso, si me nace serlo en un breve lapsus, y ese momento debería ser aprovechado, no suelo ser tan patético muchas veces. Y este comportamiento me es esquivo siempre, cuando intento serlo me siento un mojigato, es que no soy yo, el azúcar no va conmigo, la miel de abeja se la dejó a mí hermano. Él es un ser caballeroso, pero malgeniado, que le encanta robar suspiros con poemas embelezados de tinta derramada de su rojo corazón. Yo no pues, y no jodan. Yo no soy un santurrón, no soy un ente fiel y tranquilo. Yo no soy yo. Y así, con el 666 grabado en el culo me siento feliz y contento, sin lamentos ni infortunios y mucho menos de complicarme la vida por uno o dos besos.


Tengo ciertas manías y adicciones. Detesto levantar las tapas de los inodoros porque me dan asco, tampoco me gusta el sonido del chorrito de “pichi” al caer al tazón. Cuando camino solo detesto que la gente se cruce en mí camino, odio las multitudes porque me ahogan y me desconectan de tantas canciones bohemias y rudas que va cantando mí cerebro en caminata. Doy consejos pocas veces, es que alguien que no merece mí atención y respeto tampoco merece mí tiempo. Soy un indolente y no me gusta ayudar –físicamente- a nadie. No me gusta servir pero me encanta que me sirvan. Si mañana muero y me dieran la oportunidad de escoger un ser de la historia para regresar reencarnado escogería a Cleopatra. Pero pediría quedarme con mí pene. Somos el uno para el otro.


Soy adicto a una mujer, a sus labios comprensivos, a su cuerpo decente e incólume. A su pelo escandaloso y a sus pies combativos y secuaces. A su lengua placentera y a sus palabras mágicas. Adicto a sus órdenes, sus pisadas y sus vendettas inocentes. Soy adicto a su mirada dominante y a sus frases célebres. Soy adicto tanto o más de lo que algún día quise serlo con la marihuana, pero mí soberbia taquicardia no me dejó. El fuera de juego era evidente y en la frente me escribí tú nombre, por primera vez…