martes, 4 de octubre de 2011

Por ti escribo...

Un día me fui. No volví la mirada atrás. E imperturbable como nunca he sido ni puedo ser, me fui. No le di explicaciones a nadie. Tampoco nadie preguntó por mí. Estoy seguro que nadie me extraño. No podía más y me fui. Me fui durante meses y de vez en cuando buscaba algo que pueda darme una brújula sobre lo que siempre quise ser pero había decido no ser más.
Y ciertas noches, inquietas, buscaba encender mi computadora para poder desfogar las pasiones reprimidas de ser un escritor frustrado. No podía. Me había prometido no escribir más y renunciar a mí blog. Había decidido no escribir más de mí ni de nadie, ni seguir inventando historias reales que me pasaron en la ficción.

Pero las frustraciones no acabaron con el abandono, ni me sentí mejor, ni dejé de fumar, ni de tener pensamientos autodestructivos. Me seguí sintiendo el pusilánime que suelo ser, el hombre de carácter endeble y mentecato, me seguí sintiendo yo. Seguí sintiendo lástima por mí mismo, más aún ahora que no tenía ninguna válvula de escape. Pensé que el dejar de atormentarme con las novelas incompletas que empiezo –y nunca terminaré- sería saludable. Fracasé. Como siempre, como toda la vida y como un infinitivo de sucesos que se me vendrán más adelante. El destino me ama y yo a él.

No miento si afirmo que enciendo mí computadora tras cinco meses agobiantes y de inacción total. Decidí dejar de ser lector, escritor y desmemoriado palabrero. Una vez más he fallado. El dejar de leer me trajo serios problemas de memoria y de léxico, hasta el punto que siento un gran temor de haberme enfermado de Alzheimer. El dejar de escribir me trajo más frustraciones intrínsecas que florecieron como enredaderas dentro de mí amalgamado interior; soy más adicto a escribir que nunca, pero siento que ya no lo hago tan bien como antes. Perdí el ímpetu y el respeto, no existo y no siento.

Hoy regreso peor que nunca. Pero me he dado cuenta que escribo para desfogar mis odios y frustraciones, que dentro de mí se pasean como en Disneyworld. Escribo porque lo necesito para dejar de ser quien soy, y pasar a ser quien quieres que sea. Escribo porque si no lo hago apesto, como el culo de un loco. Escribo porque sino me ofendo y maltrato a gente que me encantaría asesinar, y eso me asusta. Escribo buscando ser el pendejo del barrio, al menos en mis historias. Y también escribo para dejar de soñar contigo; para sacarme tus pies de la cabeza y pensar que he cambiado de fetiches. Pero sobretodo escribo para que me digas que me leíste, aún consciente que no sabes leer...