martes, 30 de marzo de 2010

El zigzag de la mentira...

No siempre me fue tan mal diciendo la verdad, hoy me doy cuenta que el haberme vuelto un mentiroso compulsivo, no por culpa mía sino de las chicas de mi vida, me ha traído menos problemas que cuando fui sincero. He optado por regresar al umbral anterior, pero sin suerte.
Y es que la mentira es piadosa, no hiere, evita sufrimientos en vano, tristezas tontas, maquilla el dolor y se embute la realidad dejándote libre de toda culpa. En cambio la verdad es dolorosa, es una sola, no puede haber dos realidades. La verdad es cruel y directa, es perversa y no tiene contemplación alguna. La verdad es como tiene que ser, una soberana hijadeputa, indolora, fría y calculadora. Entonces llego a la conclusión que por amor y caridad y bondad y reciprocidad y cariño y agradecimiento al género femenino, que mí cruel corazón vapuleó tantas veces, es que yo me volví un mentiroso compulsivo. Que no es lo mismo que mitómano, el mitómano es un imbécil que se cree los cuentos que inventa en su minúscula, frustrante y apática vida; el mitómano tiene una patológica tendencia, morbosa, de desfigurar la realidad, engrandeciendo un acto o minimizando un problema, creyéndolo real. El mentiroso compulsivo defiende sus ideales de mentira, no por ganar o perder sino por mentir, por sentir que su historia es creíble y anecdótica y la defiende con vehemencia, con ímpetu, con hidalguía y perversión... con adrenalina.


Yo soy mentiroso compulsivo y lo acepto, a mucha honra, si alguien me dijera que soy sincero me molestaría, llámenme el rey de las falacias. Nómbrenme el dueño de los embustes. Califíquenme como el alcornoque de las patrañas. La verdad no lo hago por maldad, como expliqué, es un mero acto de bondad y desprendimiento para no dañar más personas en mí atropellada vida. Si contara cada vez que he mentido y cada uno de mis embustes pues faltarían líneas para escribirlas. Prefiero contar mi vida como las veces que he sido sincero, las pocas ocasiones en que no he mentido, las oportunidades en que la sinceridad me inundó y confesé todo lo que era cierto y sin exagerar.
Déjenme declararme enemigo acérrimo de la verdad. Es mí antónimo extremo, draconiano, voraz. La verdad me ha tratado muy mal cada vez que pronuncié su nombre en mis frases. Cuando cumplí 12 años tuve la brillante idea de incendiar la casa vecina, rocíe alcohol en varios proyectiles de cartón y los lancé rumbo al gras amarillento del gigantesco castillo vecino, resultado: Un incendio con muchas pérdidas materiales y una sacada de mierda antológica por parte de mí señor padre. Moraleja: Nunca digas la verdad. Años después volví a incendiar la misma casa, pero esta vez fui más cauto, mentí y mentí hasta jurar por los dioses del Olimpo, resultado: libre de polvo y paja. Moraleja: Siempre miente.

Si tan sólo hubiera sido precavido y no un mentiroso promiscuo, lenguaraz al extremo, no del sexo sino de la verborrea procaz, hoy tuviera cientos de cuadernos con cada mentira pronunciada de esta bípeda lengua. Hoy tuviera antologías y odas a la falacia, como para escribir un libro cruento. Una biblia de la mentira. Un kamasutra de las mejores posiciones para mentir. Un oráculo de sabiduría tendenciosa. Una colección de mentiras eficaces y fallidas.
Pero no lo hice pues, y ya cansado de tanta mentira, opté por empezar a decir la verdad, quise ver cómo es que la vida trata a la gente sincera. Craso error. La vida es una mierda con los buenitos y veraces. La vida es una chuchasumadre que se los come con todo y zapatos. Entonces intenté regresar a mí antigua parsimonia de mentiras y ya no pude. Olvidé que una vez que cruzas el umbral de la veracidad es difícil regresar, entonces me quedé sin soga y sin cabra. Ya no soy mentiroso compulsivo y menos un idiotón sincero. No tengo patria, ni un patio donde refugiarme. La verdad posó su pie frío en mi cara y se fue moviendo el trasero.
Persistentemente especulé que siempre el elemento inventado sería muchísimo mejor que la realidad; entonces pensé que de cuando en vez hay que decir la verdad para que te crean cuando mientes… pero para mí ya es demasiado tarde.

martes, 23 de marzo de 2010

Corazón de piedra...corazón

Nunca he sido honesto del todo, siempre suelo guardarme “alguito” para mí solo, una verdad con la cual defenderme, cubrirme, taparme y asolaparme.
Nunca diría toda la verdad, y no porque no pueda, sino porque no me gusta decir la verdad, me encanta mentir. Si la mentira, falsedad, ficción, farsa y las quimeras fueran una profesión, yo sería el número uno de las farsas. Puedo inventar un pretexto en menos de cinco segundos. Puedo ser sincero a medias pero ser mentiroso completamente.
Mentiroso compulsivo me han llamado innumerables veces, legítima valoración, justificable adjetivo tan descalificativo. Lo asumo y lo tomo como una agradable forma de encasillarme. Pienso también que alguien debería inventar nuevas palabras para definir mis sentimientos hacia ti y los tuyos hacia mí. Porque los míos exceden al arrepentimiento y los tuyos sobrepasan el odio y el rencor y el resentimiento y la profanación y los malos deseos.


Pienso luego existo, nada más errado de mí realidad, yo no pienso, no existo, soy un ente, una ameba, un hedor, un fantasmagórico suceso. Tú eres una diosa, un salvavidas, la creación, el génesis y colofón, eres un orgasmo brutal.
Creo que estoy pagando factura de tanta vida bohemia y aventura, de tantos jadeos ajenos y malas noches, de tantos líquidos ilegales en mí cuerpo y tantos humos naturales en mis pulmones. Los orgasmos del pasado regresan como perros rabiosos y coléricos, creo que la cosa se va a poner dura si no es que se puso ya dura de más.

Nunca miento por las mañanas, es ese el punto álgido de mí sinceridad y honestidad, sólo ahí puedo ser decente. Luego vuelvo a quedarme dormido y sigo viviendo mí vida de a pocos, de mentira en mentira. La suerte me abandonó mucho antes de conocerte, me escondí de ella, la desprecié y ella en venganza disparó a matar, creo que aún me sigo escondiendo de ella. No quiero que me encuentre, dicen que sus venganzas suelen ser zafias y draconianas. Pero pienso que es inmoral sentirse mal por haber querido tanto; debería estar prohibido haber vivido y no haber amado.

Mis lágrimas de amor son secas, nuestra relación fue una enemistad, nuestra relación de dos fue impar. Mí valentía fue involuntaria, mi capacidad de amar cabe en una caja de fósforos. Pero aún así me quieres. Sigo siendo mentiroso, compulsivo, libérrimo y asertivo. Pero podrás creer que lo que más añoro de mí es la honestidad que perdí contigo, y también el perdón de la Srta. Suerte, solterona que no se casa con nadie. La honestidad no es una virtud, es una obligación. La brutalidad, en cambio, es un derecho que tienen algunos sistemas nerviosos frágiles.
¡!Volar es solamente para los pájaros!!