martes, 17 de mayo de 2011

Para la Musa con cariño...

Un mensaje me despertó del letargo del aburrimiento y el silencio. Una persona que no sé quién es, tampoco puedo imaginarla, escribió en uno de los post más antiguos que tengo en este abandonado blog. Esa persona, obviamente una mujer (o eso espero), me dejó un mensaje del pasado, ya no furibundo, más bien incrédulo sobre mí nuevo status sentimental; un mensaje para mí pero sin firma, sin huella digital, ni un apodo que pueda darme luces sobre cuál es el corazón que decidió saludarme después de tanto tiempo.
Lo reconozco, he sido brutal y bruto –que no es lo mismo-, he sido perverso y desalmado, irresponsable e incrédulo. Nunca fui un buen acompañante, no sé si tal vez un buen amante –los orgasmos del pasado me aseguran que si-. No he sido la buena persona que debí ser para tratar de no lastimar como lastimé. Se me cruzan algunas personas por mí cabeza inestable, nombres que siempre están presentes como una forma de agradecerles tanto amor que fue pagado con mis continuas infidelidades, desplantes y bohemias.

Una de las cosas que llamó poderosamente mí atención es la pulcritud del mensaje, la impecable redacción, la falta de errores ortográficos. Y es que soy maniático de los puntos, las comas y las tildes. El mensaje estaba en perfecta armonía con una bella redacción. Eso me llevó a pensar que ninguna de las personas de mí pasado ha retornado al presente para dejarme a dos velas en mí futuro. La “musa del antier” dice las cosas precisas para no delatarse y dejarme maquinando sobre su real intención y su verdadero nombre.

Y, tal como titulaba el post donde me escribió (Las Musas no existen), ahora puedo asegurar que tal vez me equivoqué, porque la “musa del antier”, anónima, sin nombre y sin razón, ha logrado que vuelva a tipear algo. Tal vez no con la furia con la que antes me flagelaba –cosa que hoy ya no puedo hacer, porque sigo considerándome un estúpido, un gaznápiro y un lerdo total, pero las ideas de automutilación ya no fluyen en mí- pero por algo se empieza. Estoy nuevamente iniciando el gateo, pronto podré caminar, luego correr e iniciar así nuevamente ese camino del suicidio colectivo al que llevaba a mis múltiples personalidades y a mis infinitos estados de ánimo.

No sé quién sea la “musa del antier”, tal vez no lo sepa nunca y hasta podría ser una simple broma perversa del destino putañero y empecinado en que tarde o temprano me convierta en un furioso escritor ignoto. Tal vez esa “musa anónima” desea que termine el libro que una vez empecé a escribir en su nombre. Sólo pido que si alguien la conoce o la ha visto por ahí, me haga llegar su nombre o su apodo, su número celular o su IP, su fragor o su ADN; es necesario, como una simple muestra de mí enorme gratitud, poder decirle cuanto la quiero.