lunes, 13 de diciembre de 2010

El último viaje (Cuentos Extraviados - Parte II)


-Un viaje a París… que te parece? Te gustaría ir a visitar a tus primos que viven allá? Te daría una buena bolsa de viaje, y un pasaje en primera clase.
Ese fue el regalo de mi padre cuando cumplí 18 años, un regalo a la Ciudad de las Luces.

-Si!! Me encantaría ir, es el mejor regalo de mi vida, gracias papá, voy a divertirme como si fuera el último viaje de mi vida.
Y así fue como viaje rumbo al último viaje de mi vida, claro hasta ese momento yo no sospechaba nada, pensé que sería una aventura más pero creo que me equivoque, el destino me tenía preparado otros planes.


Me llamo Alejandra Samanes, como ya sabrán estoy a punto de cumplir 18 años, estudio comunicaciones en una conocida Universidad de Lima. Me encanta viajar, hacer turismo, conozco casi toda América y la mitad de Europa, así que este viaje abrirá mucho más las fronteras de mi conocimiento geográfico, cultural y social por supuesto.


Llegué a mi destino un jueves, mis primos me recibieron en el Aeropuerto Charles de Gaulle, a unos 25 Km. de París; luego fuimos a su departamento que quedaba en Bagnolet, cerca de la Basílica de Sacré Cceur, en una de las mejores zonas de París. Deje mis cosas en el cuarto, y nos fuimos de tour por la ciudad, visitamos el Museo Dorsay, el Palacio de la Bastilla, el Castillo de Vincennes, y obviamente La Torre Eiffel.


- Prepárate para tu primera noche Parisina. Dijo uno de mis primos


Así que me puse lo mejor que tenía y salimos de disco, conocí a un grupo de franceses, y quedamos en que me llamarían para salir, lo tome más como una cortesía, así que no lo tuve en mente hasta que sonó el teléfono. Era uno de los chicos que conocí en la disco y como parecía muy interesado en mí, decidí tratarlo de la misma forma como ellos habían sido conmigo, atentos, caballeros y muy sofisticados. Fuimos a un bar. Al pasar las horas y los tragos, empezamos a desinhibirnos, a conversar más cerca, a juntar las manos, a juntar los labios, todo paso tan rápido que cuando me di cuenta estaba en su cuarto, desnuda y haciéndolo desenfrenadamente, nunca en mí vida había tenido tanto placer sexual. Olvide la cordura, estaba de vacaciones, lejos de todo tipo de reglas, así que seguimos toda la noche. Terminé prácticamente sin sentido, temblando de placer, orgásmicamente satisfecha.


Nuestra relación duro todo el tiempo que yo estuve en París, salíamos con el pretexto de pasear y después íbamos directo a su departamento, donde empezábamos un ritual distinto cada día, ritual que duraba toda la noche, a veces teníamos sesiones grupales, o tríos, pero el resultado siempre era el mismo: éxtasis.


Un día antes de regresar a Lima me pidió mi dirección y dijo que en tres meses iría a visitarme, que me tenía muchas sorpresas.

Así como llegue me fui, feliz. Mis primos me fueron a dejar al aeropuerto, él sólo llamó, no sé porqué pero no pensé mal por su falta de delicadeza, en fin después de todo lo que habíamos pasado, no me iba a molestar por una tontería. Llegue a mí país, me recibieron mis amigos, mis papas y Alberto, mi novio, todos estaban muy contentos por mí llegada.


Regrese a la universidad, pasaron los días, las semanas, los meses y nunca recibí ni una llamada, ni una carta, ni una postal. Yo no podía dejar de pensar en él, cada vez que hacía el amor con mi novio recordaba las noches parisinas y gozaba, gozaba mucho por los recuerdos. Así fue como recordando aquellas orgías europeas, arme un selecto grupo de amigos universitarios para dar rienda suelta a nuestras más bajas pasiones, todos para una y uno para todas. Sublime.
Un día empecé a sentirme mal, tenía nauseas y me sentía muy débil, pero esto no era impedimento para mis continuas escapaditas al placer. Me hicieron todos los análisis existentes pero no detectaron nada, sólo una baja en mis defensas. Me recetaron tomar vitaminas. Recobre energías y empecé de nuevo, pero con muchas más ganas.


La nostalgia me embargaba cada cierto tiempo y me preguntaba que habría sido de él, lo recordaba mucho, lo extrañaba en mis húmedas noches de soledad, había sido mi maestro, mí guía, el iniciador de mí vida sexual. Esperaba una noticia de él, y a veces me emocionaba cuando llegaba alguna carta a mí casa, tenía las esperanzas de recibir su visita algún día, o al menos una noticia en la que me dijera que él también me extrañaba, tanto como yo.

Después de un largo tiempo y cuando menos lo esperaba llego una carta desde Francia, era de él, de mi iniciador Alex Hess, en los segundos que demoré en abrir la carta mi cerebro voló hasta parís y recordó todas esas noches desenfrenadas.
Era una Postal. Al leerla un escalofrío recorrió todo mí cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, no podía creer lo que estaba leyendo, nunca imaginé un desenlace como el que me presentaban mis ojos, miles de imágenes se cruzaron por mí cabeza en ese momento, me sentía tan irreal. La postal llegó en el mejor momento de mí vida, sólo para darle fin a ella.

Casi medio año después de llegada la postal, me encuentro en la cama de una clínica privada, muy enferma, desahuciada, el cura que esta parado frente a mí dándome la extremaunción, pronuncia unas palabras en Latín, que supongo que significan: “Mierda eres y en mierda te convertirás”, existo como si vagará en el aire, como una hoja de papel flameando en el viento, así esta mí vida en este momento.
Porqué el sufrimiento es tan intenso, a veces, tanto como el placer, me pregunto. Leo la postal nuevamente y duermo, duermo eternamente, perdida en el limbo del pecado, con las cinco palabras de la postal rondando mí cabeza eternamente: “Bienvenida al club del SIDA”.


domingo, 7 de noviembre de 2010

FRÍGIDA (Cuentos Extraviados - Parte I)

El doctor no esperó más tiempo, sin pensarlo dos veces, y ante la indómita belleza de mujer que tenía al frente, le quitó la ropa. La mujer ni se inmutó, seguía fría como un témpano de hielo – tal vez por los nervios, imaginó él.
Le bajó las bragas y pudo observar, hipnotizado, una depilación casi perfecta; pudo catar un sabor que nunca antes había sentido en los labios. Saboreó y matizó una sonrisa mezclada con ardor. Le arrancó el pantalón que le cubría unas piernas poderosas, las besó y sintió la suavidad de la porcelana – y la frialdad también. Ella ya estaba descalza, tocó sus pies, los acercó a su nariz y percibió un olor agradable a crema y cuero fino, luego pasó la planta del pie por su rostro, como si fuera seda, hasta llegar a su boca, lamiendo delicadamente cada centímetro de esos bellos pies.
Aún no salía de su asombro, dio vuelta a esa musa endemoniada que tenía al frente y quedó eternamente seducido por unas nalgas esperanzadoras. Todo lo que el doctor había esperado de una dama, lo tenía al frente. Era la mujer perfecta para él. Pero él sentía que esa admiración, endiosamiento y pasión no le era correspondido. Sentía un ambiente frío y tenso. Pero aún así siguió adelante.

No sabía su nombre, pero desde que la vio llegar sintió que era la mujer de su vida. No tenía la menor idea esposa de quien había sido antes, tampoco le interesaba si tenía hijos o si ella era hija de alguien. Por lo perfecta de su vagina pudo percibir que no tenía hijos y que era joven. Muy joven.
El doctor no hacía el amor desde hacía 2 semanas, la última vez que lo hizo no pudo eyacular y en medio de la “faena” su miembro no pudo más y cayó desfallecido. Muerto, como un colgajo sin vida. Se sintió fatal. Su hombría se fue en esos minutos que saboreó las mieles del sexo anal. Al que era adicto.
Tenía miedo. No quería volver a pasar por lo mismo. Tenía miedo de no poder demostrarle a la “mujer más bella del mundo” que no era lo suficientemente hombre para ella. Tenía miedo de volver a pasar por lo mismo. Del bolsillo, escondido, dentro de su pantalón sacó una pastilla azul, la tomó y se sintió más hombre. Sintió que podría tumbar el Muro de los Lamentos, en Jerusalén, de un potente pingazo. Ahora estaba listo para hacerla feliz, pero ella seguía imperturbable.

El doctor le lamió cada centímetro de su piel sabor fresita. Sintió adicción por toda esa epidermis. Le besó las axilas y sintió que ya era demasiada adoración. Por un momento se sintió tonto, pero ya había sobrepasado todos los límites, así que decidió seguir adelante.
Ella, la mujer sin pasado y sin futuro, no le dijo nada cuando él introdujo sus pocos centímetros de hombría en su bien depilada vagina “casi perfecta”. Ella, la dama misteriosa, le permitió cumplir todas sus fantasías. Ni si quiera soltó un quejido cuando el doctor, sádico y pervertido, la sodomizó. Él, gozó como nunca y llegó como siempre. Precoz, se dijo entre dientes. Pero la pastilla era buena compañera y de inmediato le proporcionó otra erección. Esta vez, volvió a lamer cada milímetro de esa epidermis gloriosa. Trató de imaginar que nuevas poses hacer para escuchar si quiera un gemido de esa misteriosa mujer sin presente y sin nombre. Pero el doctor era tonto, era un arrecho de campeonato pero no tenía experiencia en el sexo. Era un porno adicto que no aprendió nada en la vida. El doctor era exitoso en su vida profesional, pero un pusilánime sexual.

Ella seguía echada, con la mirada perdida. Él, tratando de satisfacerla la volvió a penetrar, en la misma pose, con la misma cara y babeando como un perro callejero. Ella, ni lo miró. Él estaba desesperado, quería escucharla gritar, ya no importaba si de dolor o de placer. Pasaron los minutos y él seguía moviéndose, sudando, desesperado, arrecho, molesto, excitado. Debe ser frígida pensó.
Y es que en esos minutos que la penetraba sin piedad, pensaba que tal vez no era tan perfecta, y que su defecto era ser insensible al sexo. Maldita suerte la mía –pensó- encuentro a la mujer perfecta pero es más fría que un glaciar.
Pasaron las horas y el tiempo no perdona. Esta vez se dio el lujo de terminar en la cara de ella, le llenó el cabello con su semen inocuo, le llenó los senos con su líquido soso y luego embadurnó el resto por la cara de su impávida amante. Se sintió un actor porno. Se sintió ganador y desdibujó una sonrisa idiota. Él, el nerd de la clase había poseído a la mujer más bella del mundo.

La limpió, se limpió, la vistió y se vistió. Le dio un beso en esos labios sellados y purpúreos. Luego bajó de la camilla e introdujo el cuerpo de ella dentro del congelador. Su turno en la morgue había terminado.









jueves, 16 de septiembre de 2010

Los Mecenas ya no existen...

Sé que casi nunca pienso antes de hablar, sé que me encantaría poder ser lo que quiero ser, pero no puedo serlo porque los “mecenas” ya no existen. Sé que si espero que llegue la suerte a mí puerta, el culo me va a doler eternamente de tanto esperar. Sé que debería arriesgar y ver que tanto puedo perder, siendo ya un gran perdedor. Sé que debería ponerme metas y dedicarme a escribir, como una profesión y no más como un oficio. Sé que poca gente puede entenderme. Estoy seguro que las personas que más quiero no entenderían que quiera dejar todo por el “sueño del libro propio”.

Gano poco, gano mal y así ganara bien y ganara mucho, no sería feliz. Eso debido a que sigo siendo uno más y no puedo ser yo mismo. Estoy a un paso de enviar – y digo enviar porque quiero meter todos mis miedos y frustraciones en una caja bien sellada, y “enviarla”, directamente a la concha de su madre- todo al carajo e irme a escribir. Pero algo me lo impide.

Quiero ser escritor pero no me atrevo. Quiero ser diferente pero sigo siendo igual que el resto. Quiero ser valiente, pero el miedo siempre me invade. Quiero ser un hombre de verdad, pero la vida no me lo permite. Quiero ser como Ribeyro y morir con la piel pegada a las costillas, pero con libros geniales. Y no puedo porque ni si quiera me atrevo a publicar un mísero cuento. Quiero dejar de escribir las historias de otros y escribir mis propias historias. Quiero vivir de lo que más me gusta, pero sólo subsisto de lo que más me aburre. Quiero levantarme todos los días con ganas de vivir, pero me levanto porque es una obligación. Quiero poder creer en mí mismo, pero siento que no puedo. Quiero escribir me vaya bien o me vaya mal, pero tengo miedo, mucho miedo al fracaso. Quiero ser tú amigo, tú compañero y tú confidente, pero creo que eso ya no es posible. Quiero, pero ya no puedo.

martes, 10 de agosto de 2010

La muerte está rondando...


Siempre que viajo tengo la, espero siempre sea así, errónea sensación que moriré. Que dejaré de respirar entre los fierros retorcidos de mí cómodo transporte terrestre. O que quedaré hecho polvo tras una exacerbada explosión, acrecentada por un ataque terrorista, en el vuelo que me transporta nervioso y temeroso ante cada turbulencia. Sin más destino que la muerte, he aprendido a vivir, paso a paso, con ella desde pequeño. Y a pesar que le tengo mucho miedo, he sabido ganarme su amistad y compasión. Y creo que por esos azahares del destino- pacato y engreído- sigo vivo; no porque lo merezca, sino porque he tenido cierto grado de fortuna y tal vez porque yerba mala nunca muere.


Desde que tengo uso de razón la muerte ha rondado las cercanías de mis fronteras. He vivido a choques y atropellos; he podido respirar luego de ahogarme. Me salvaron de morir atragantado y casi no la cuento. Pero lo más cerca que estuve de morir fue en la primera operación que tuve – porque han sido varias – para contrarrestar un jodido tumor. Los doctores, como todos en el Perú, no tenían la experticia suficiente para tratar un “Angiofibroma Nasofaríngeo”, cosa que ocasionó un paro cardio-respiratorio en plena operación y gracias a un desfibrilador sigo aquí, para males de muchos. La verdad que no me siento invencible en lo más mínimo. Siempre me he considerado un ser sumamente debilucho y falto de energía.


Estas cercanías a la muerte han creado ciertas adicciones y temores dentro de mí. Soy hipocondríaco a más no poder, por cualquier motivo y sin motivo aparente consumo cantidades industriales de pastillas. La mayoría me mantienen certeramente feliz todo el día y sin ánimos de levantarme en pie de guerra contra el mundo. Hoy me ataca un agudo dolor de cabeza, me despierto, de madrugada, frío y temeroso, pensando en el momento que el “aneurisma” reventará dentro de mí cerebro, dejándome muerto en vida. Esto se ha agudizado por el consumo de tabaco, que ahora no sólo causa cáncer sino que también Isquemia cerebral. A esto le sumo mí pronunciada forma de torturarme con una muerte joven, y siento a la “parca” respirándome en la nuca. Antes del “aneurisma”, por el cual esta semana me haré una tomografía y un encefalograma, me atacaban cuadros de pánico y ansiedad, ocasionándome taquicardias cimarronas, que me hacían presagiar un fulminante paro cardiaco.

Sólo espero que cuando la muerte – que duerme al lado de mí cama, que es loza y es mujer, que es cruel e insoportable, que es digna y mentirosa, que va siempre directo al grano y que no entiende de esperas – llegué, tenga tus ojos, tú mirada y tú sonrisa y ese culo de antología y ese cuerpo tan bien armado y esos pies de lujuria. Y si no es mucho pedir que me encuentre dispuesto a todo y armado, expresivamente armado.

PD: Disculpen la demora. La ispiración se fue con otro y las ganas la siguieron.
PD2: Si no vuelvo a escribir es porque la muerte llegó antes del siguiente post.

sábado, 12 de junio de 2010

Tortura sin destinatario...


Si adrede mentí más de la cuenta
Fue para dejarte el corazón a sangre abierta
No quería saber más de tú Sodoma vida
Y trataba de oxidarte la autoestima.

No vales la pena ni para escribir un verso
Pero la vida puta me trae a tus pies de regreso
Eres una anaconda disfrazada de cursilería
Precisa para obsequiar repulsión y grosería.

Eres el mal recuerdo de la guerra incivil de nuestros ombligos
No sirves ni como el mejor recuerdo de la peor sumisión
Eres la adicción al viciado hedor de la perdición.

Te deseo lo peor en ese culo tan explorado
Te deseo lo peor en esa boca grata absorbente
Ojala la vida te devuelva ojo por ojo y diente por diente.

viernes, 28 de mayo de 2010

El hijo del destino pesetero...

Hoy es un día de aquellos donde necesito escribir. Uno, porque me siento miserable. Dos, porque me siento decaído, bajoneado e inverosímil. Tres, porque siento que no soy nada. Y mejor no sigo nombrando. Sería tedioso. Hoy es un día de aquellos donde me siento sucumbir. Donde me inundo de lo más miserable que tiene mí ser. Un día donde no soy nada, y valgo menos. Hoy es un día donde mis enemigos deben aprovechar para destruirme y no dejar que me vuelva a levantar. Hoy es un día donde la pobreza, en todo sentido, me llena los bolsillos de desdicha. Y donde saco a relucir mí mejor cara de variopinto pusilánime. Mí mejor perfil de infortunado profesional e infeliz sobrino del destino pesetero. Hoy es el mejor día para solear mis desventuras y empalagar mis sentidos.

Hoy pueden llamarme de todo. Hoy no respondo. Hoy denme un knockout de odio y frustraciones. Hoy necesito un uppercut de venganzas e indecisiones. Hoy regálenme un crochet en la boca del estómago que seque mis ilusiones. Hoy me siento ruin y perverso; como aquel canalla innoble que desmerece su innoble oficio de ser varón. Hoy me siento un bellaco de dos por tres capaz de conquistar la insania y el perdón de los recuerdos. Acobardado de amor y mendigando moneditas de la suerte, me encantaría encontrar un camino más factible para llegar al final de mí vida sin mirar a los costados bochornosos. Abatido por las circunstancias me doblego a los pies de la conformidad y me atolondro al saber que no soy bueno, mucho menos inteligente. Soy infame y truhán.

Hoy hago una catarsis esperando hallar una paz interior que me permita liberar el toro que llevo dentro. Hoy busco una salida a tanta maraña de sórdidas intenciones que sacuden mí existir. Hoy no quiero ser leído ni comentado. Hoy quiero recibir insultos y atropellos. Quiero ser abofeteado por la puta indiferencia que circunscribe mis precarios logros académicos y profesionales. Hoy quiero sentir la estrechez del corazón ajeno que dañé con salvaguardia; la desdicha de las miradas que ensombrecí sin miramientos; la pasión abstinente que atiborré con fantasías perversas que acallan mí libido más mío; y quiero pedir perdón anclado a los pies de la verdad que enardecí con mis cuentos tan ajenos y perversos, tan creíbles y ávidos de sexo y malas noches.
Hoy no es mí mejor día. Hoy no estoy adentro mío. Tortura china pa´ mí...

sábado, 8 de mayo de 2010

No me beses, mejor tócame...



Yo te prometí hacer deporte pero era una mentira, para robarte un tal vez. Y si, dejé las drogas y me inicié en el mundo del gimnasio, del basket y del fútbol. Pero poco tiempo después descubrí que nada es tan importante, ni vale tanto como para dejar mis vicios por una dictadorzuela de pacotilla. Soy un ser histérico de por si, cuando estoy de malhumor suelo tener pésimas respuestas ante cualquier pregunta, me atolondro de más y burbujeo por mandar todo a la mierda y huir. Esa es mí paz, esa mi frontera, mí ciudad, tus talones, tus nalgas y tu espalda, alrededor no hay más nada. No me gustan los besos de más, prefiero quedarme con las ganas del jugueteo de una lengua a empacharme con besos furibundos que atosigan mí comúnmente atiborrada sed de pasión. Bésame pero no tanto. Mejor tócame y cállate.
 

No soy un ser cariñoso, si me nace serlo en un breve lapsus, y ese momento debería ser aprovechado, no suelo ser tan patético muchas veces. Y este comportamiento me es esquivo siempre, cuando intento serlo me siento un mojigato, es que no soy yo, el azúcar no va conmigo, la miel de abeja se la dejó a mí hermano. Él es un ser caballeroso, pero malgeniado, que le encanta robar suspiros con poemas embelezados de tinta derramada de su rojo corazón. Yo no pues, y no jodan. Yo no soy un santurrón, no soy un ente fiel y tranquilo. Yo no soy yo. Y así, con el 666 grabado en el culo me siento feliz y contento, sin lamentos ni infortunios y mucho menos de complicarme la vida por uno o dos besos.


Tengo ciertas manías y adicciones. Detesto levantar las tapas de los inodoros porque me dan asco, tampoco me gusta el sonido del chorrito de “pichi” al caer al tazón. Cuando camino solo detesto que la gente se cruce en mí camino, odio las multitudes porque me ahogan y me desconectan de tantas canciones bohemias y rudas que va cantando mí cerebro en caminata. Doy consejos pocas veces, es que alguien que no merece mí atención y respeto tampoco merece mí tiempo. Soy un indolente y no me gusta ayudar –físicamente- a nadie. No me gusta servir pero me encanta que me sirvan. Si mañana muero y me dieran la oportunidad de escoger un ser de la historia para regresar reencarnado escogería a Cleopatra. Pero pediría quedarme con mí pene. Somos el uno para el otro.


Soy adicto a una mujer, a sus labios comprensivos, a su cuerpo decente e incólume. A su pelo escandaloso y a sus pies combativos y secuaces. A su lengua placentera y a sus palabras mágicas. Adicto a sus órdenes, sus pisadas y sus vendettas inocentes. Soy adicto a su mirada dominante y a sus frases célebres. Soy adicto tanto o más de lo que algún día quise serlo con la marihuana, pero mí soberbia taquicardia no me dejó. El fuera de juego era evidente y en la frente me escribí tú nombre, por primera vez…

lunes, 5 de abril de 2010

Yo no quiero dejar de fumar...

Dejar de fumar es fácil, yo ya lo dejé como 100 veces. Le he bajado el ritmo a la nicotina en mi torrente, le he comprado menos cigarrillos a la industria tabacalera, le he dado más días de vida a mis intoxicados pulmones. Pero es que el fumar es un placer -para mí- único y orgásmico. Si estoy feliz fumo, si estoy triste fumo más, si estoy sano fumo, si estoy libando fumo más, si estoy nervioso fumo, si estoy ansioso fumo más, si estoy arrecho fumo, después del orgasmo fumo más. Días de semana fumo poco, fines de semana fumo el doble. Es por eso de mí insatisfacción contra leyes tan descabelladas como la antitabaco, que nos prohíbe fumar hasta en lugares públicos. Entonces yo me pregunto, a quién mierda se le ocurrió tamaña idiotez, por qué demonios esos congresistas no se preocupan por sus congéneres narcos, delincuentes, estafadores, asesinos e ignorantes. Por qué diablos no se preocupan de cómo los empresarios mineros abusan de nuestros explotados peruanos. Por qué no dictan una ley que prohíba postular al congreso a ignorantes, sin estudios, por qué un presidente que robó, mató y destrozó el Perú puede volver a postular. Acaso estás interrogantes no son más importantes para el país que una ley antitabaco que nos segrega y discrimina como si llevásemos entre los labios una arma de destrucción masiva. Acaso alguien tiene el derecho y la facultad de impedirme morir poco a poco o tal vez elegir la forma en que quiero y deseo acabar con mí vida?. Nosotros, gran grupo, de fumadores sabemos las causas y aceptamos las consecuencias, y no es justo que 120 bandoleros de saco y corbata nos roben nuestro certificado de muerte y elijan un protocolo de necropsia que no nos interesa....

martes, 30 de marzo de 2010

El zigzag de la mentira...

No siempre me fue tan mal diciendo la verdad, hoy me doy cuenta que el haberme vuelto un mentiroso compulsivo, no por culpa mía sino de las chicas de mi vida, me ha traído menos problemas que cuando fui sincero. He optado por regresar al umbral anterior, pero sin suerte.
Y es que la mentira es piadosa, no hiere, evita sufrimientos en vano, tristezas tontas, maquilla el dolor y se embute la realidad dejándote libre de toda culpa. En cambio la verdad es dolorosa, es una sola, no puede haber dos realidades. La verdad es cruel y directa, es perversa y no tiene contemplación alguna. La verdad es como tiene que ser, una soberana hijadeputa, indolora, fría y calculadora. Entonces llego a la conclusión que por amor y caridad y bondad y reciprocidad y cariño y agradecimiento al género femenino, que mí cruel corazón vapuleó tantas veces, es que yo me volví un mentiroso compulsivo. Que no es lo mismo que mitómano, el mitómano es un imbécil que se cree los cuentos que inventa en su minúscula, frustrante y apática vida; el mitómano tiene una patológica tendencia, morbosa, de desfigurar la realidad, engrandeciendo un acto o minimizando un problema, creyéndolo real. El mentiroso compulsivo defiende sus ideales de mentira, no por ganar o perder sino por mentir, por sentir que su historia es creíble y anecdótica y la defiende con vehemencia, con ímpetu, con hidalguía y perversión... con adrenalina.


Yo soy mentiroso compulsivo y lo acepto, a mucha honra, si alguien me dijera que soy sincero me molestaría, llámenme el rey de las falacias. Nómbrenme el dueño de los embustes. Califíquenme como el alcornoque de las patrañas. La verdad no lo hago por maldad, como expliqué, es un mero acto de bondad y desprendimiento para no dañar más personas en mí atropellada vida. Si contara cada vez que he mentido y cada uno de mis embustes pues faltarían líneas para escribirlas. Prefiero contar mi vida como las veces que he sido sincero, las pocas ocasiones en que no he mentido, las oportunidades en que la sinceridad me inundó y confesé todo lo que era cierto y sin exagerar.
Déjenme declararme enemigo acérrimo de la verdad. Es mí antónimo extremo, draconiano, voraz. La verdad me ha tratado muy mal cada vez que pronuncié su nombre en mis frases. Cuando cumplí 12 años tuve la brillante idea de incendiar la casa vecina, rocíe alcohol en varios proyectiles de cartón y los lancé rumbo al gras amarillento del gigantesco castillo vecino, resultado: Un incendio con muchas pérdidas materiales y una sacada de mierda antológica por parte de mí señor padre. Moraleja: Nunca digas la verdad. Años después volví a incendiar la misma casa, pero esta vez fui más cauto, mentí y mentí hasta jurar por los dioses del Olimpo, resultado: libre de polvo y paja. Moraleja: Siempre miente.

Si tan sólo hubiera sido precavido y no un mentiroso promiscuo, lenguaraz al extremo, no del sexo sino de la verborrea procaz, hoy tuviera cientos de cuadernos con cada mentira pronunciada de esta bípeda lengua. Hoy tuviera antologías y odas a la falacia, como para escribir un libro cruento. Una biblia de la mentira. Un kamasutra de las mejores posiciones para mentir. Un oráculo de sabiduría tendenciosa. Una colección de mentiras eficaces y fallidas.
Pero no lo hice pues, y ya cansado de tanta mentira, opté por empezar a decir la verdad, quise ver cómo es que la vida trata a la gente sincera. Craso error. La vida es una mierda con los buenitos y veraces. La vida es una chuchasumadre que se los come con todo y zapatos. Entonces intenté regresar a mí antigua parsimonia de mentiras y ya no pude. Olvidé que una vez que cruzas el umbral de la veracidad es difícil regresar, entonces me quedé sin soga y sin cabra. Ya no soy mentiroso compulsivo y menos un idiotón sincero. No tengo patria, ni un patio donde refugiarme. La verdad posó su pie frío en mi cara y se fue moviendo el trasero.
Persistentemente especulé que siempre el elemento inventado sería muchísimo mejor que la realidad; entonces pensé que de cuando en vez hay que decir la verdad para que te crean cuando mientes… pero para mí ya es demasiado tarde.

martes, 23 de marzo de 2010

Corazón de piedra...corazón

Nunca he sido honesto del todo, siempre suelo guardarme “alguito” para mí solo, una verdad con la cual defenderme, cubrirme, taparme y asolaparme.
Nunca diría toda la verdad, y no porque no pueda, sino porque no me gusta decir la verdad, me encanta mentir. Si la mentira, falsedad, ficción, farsa y las quimeras fueran una profesión, yo sería el número uno de las farsas. Puedo inventar un pretexto en menos de cinco segundos. Puedo ser sincero a medias pero ser mentiroso completamente.
Mentiroso compulsivo me han llamado innumerables veces, legítima valoración, justificable adjetivo tan descalificativo. Lo asumo y lo tomo como una agradable forma de encasillarme. Pienso también que alguien debería inventar nuevas palabras para definir mis sentimientos hacia ti y los tuyos hacia mí. Porque los míos exceden al arrepentimiento y los tuyos sobrepasan el odio y el rencor y el resentimiento y la profanación y los malos deseos.


Pienso luego existo, nada más errado de mí realidad, yo no pienso, no existo, soy un ente, una ameba, un hedor, un fantasmagórico suceso. Tú eres una diosa, un salvavidas, la creación, el génesis y colofón, eres un orgasmo brutal.
Creo que estoy pagando factura de tanta vida bohemia y aventura, de tantos jadeos ajenos y malas noches, de tantos líquidos ilegales en mí cuerpo y tantos humos naturales en mis pulmones. Los orgasmos del pasado regresan como perros rabiosos y coléricos, creo que la cosa se va a poner dura si no es que se puso ya dura de más.

Nunca miento por las mañanas, es ese el punto álgido de mí sinceridad y honestidad, sólo ahí puedo ser decente. Luego vuelvo a quedarme dormido y sigo viviendo mí vida de a pocos, de mentira en mentira. La suerte me abandonó mucho antes de conocerte, me escondí de ella, la desprecié y ella en venganza disparó a matar, creo que aún me sigo escondiendo de ella. No quiero que me encuentre, dicen que sus venganzas suelen ser zafias y draconianas. Pero pienso que es inmoral sentirse mal por haber querido tanto; debería estar prohibido haber vivido y no haber amado.

Mis lágrimas de amor son secas, nuestra relación fue una enemistad, nuestra relación de dos fue impar. Mí valentía fue involuntaria, mi capacidad de amar cabe en una caja de fósforos. Pero aún así me quieres. Sigo siendo mentiroso, compulsivo, libérrimo y asertivo. Pero podrás creer que lo que más añoro de mí es la honestidad que perdí contigo, y también el perdón de la Srta. Suerte, solterona que no se casa con nadie. La honestidad no es una virtud, es una obligación. La brutalidad, en cambio, es un derecho que tienen algunos sistemas nerviosos frágiles.
¡!Volar es solamente para los pájaros!!


jueves, 18 de febrero de 2010

3, 2, 1 Knock Out...

El amor antes que nada es un talento natural. O se nace sabiendo o no se sabe nunca. Tras esas breves palabras me cerró la puerta en mí operada nariz. Luego se asomó por la ventanita e intuí una maliciosa sonrisa, como quien golpea a su odioso rival en la boca del estómago. Gancho directo a la mandíbula, derechazo al corazón. Plum, el rival cayó cual saco de papas en el ring del amor. 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, knock out indiscutible. Tras mí derrota, vi como se descalzaba, luego sentí su pie, suave, bello y caliente posarse en mi rostro, como quien termina de humillar a su rival vencido. Me dijo siéntelo por última vez, porque nunca mas será tuyo. Me los restregó y huyó. Se fue con sus pies suaves, bellos y adictos a la humillación y las lamidas.
Luego, algo del poco orgullo que me quedaba logró que me pusiera de pie, caminando en zigzag y medio encorvado me retiré de su casa. No mira atrás, he aprendido a nunca hacerlo, es mejor así, sin presente pero tampoco cargando mí pasado. Huí, me fui, me desterré de tú vida y tú corazón, no hice preguntas tontas ni quise saber tus motivos – eran tan evidentes que mis manías e infidelidades te cansaron – ya todo el mundo los comentaba.

No regresé hasta el sol de hoy, te vi, no cortabas margaritas en el jardín, mucho menos saliste entre los tuyos caminando, tampoco eras un ángel o un rubí, sólo simplemente te vi. Y, cual exagerado, exacerbado y cuasi esquizofrénico, nunca puedo disimular, las orejas se me pusieron rojas, los cachetes iniciaron una ebullición volcánica y mí mirada se perdía entre pensamientos irreproducibles, porque eran inentendibles. Juro que intente darme media vuelta, pero olvide decir que también soy masoquista y salvaje y me encanta hacer sufrir a la gente. Suelo pasear inadvertido por lugares del recuerdo, sin recordar nada, sólo para creerme el cuento que en alguna época - ¿buenas épocas? – fui un don juan, así, con minúscula, porque tal vez lo intente pero no lo logré. Entonces esos lugares me recuerdan que con un poco más de empeño hubiera podido ser un buen conquistador y no un pésimo aprendiz.




Y no pude cumplir varias metas de mí vida porque tengo el peor defecto del mundo, sentimentalismo, me sucumbe, me enamora, me deprime, me vuelve un maniaco, me convierte en el buen samaritano, anima mis hábitos pervertidos y mis gustos tan extravagantes. Y ese es uno de mis mayores miedos, que una de las (des) afortunadas cuente, divulgue e inmortalice mis estrambóticos gustos fisiológicos, sexuales y carnales. No me avergüenza sentirlos, tenerlos y poseerlos, me exaspera que ellos me dominen siempre a mí. Porque un error lo comete cualquiera, pero cientos de errores no son perdonables. Puedo jurar, asegurar y afirmar que yo no le temo a la muerte, más le temo a tu llanto y angustia.

jueves, 14 de enero de 2010

Tengo miedo torero, lo tengo...

Mi voz es un susurro. Te digo y te repito: tengo miedo torero!. Torero como mí libro favorito, torero por la valentía de enfrentar bestias, torero por el coraje de fajarte con vidas inocentes. Torero, por el retrato incorruptible de tu corruptela.
Tengo miedo torero; miedo a tenerle miedo al miedo, temor de los desconocido y pavor de llamadas en acertijo. Tengo miedo a vivir menos de lo planificado y escalofríos a no llegar a cumplir mis ralas metas trazadas y atrasadas. Tengo miedo de los ojos del recuerdo y los pies del pretérito imperfecto, miedo a esa pedicure que trastorna motivos y erotiza fantasías.

Tengo miedo torero; miedo a no poder ser como tú, magnánimo, magnifico, digno, liberal, espléndido, descomunal y pacífico. Paciente, mordaz y agresivo. Tengo miedo torero, de no poder continuar el camino que me espera, miedo de seguir estancado en las orillas, miedo de perder mí poca hombría. Tengo miedo de agotar mí buen sentido del humor y mí mal talante para el amor.
Tengo miedo torero, en serio tengo miedo. La incertidumbre me mata, la duda me carcome y mí falta de creencias adorna el limbo de mí existencia. Intento, trato, anhelo, lucho y sufro por creer, pero, en serio torero, cada vez me vuelvo más agnóstico y cada vez me convierto en un poquito más ateo. Y tengo miedo de acabar mis días creyendo en nada. No creo en mí, no tengo esa capacidad.

Tengo miedo torero, miedo al no sé qué de qué sé yo, miedo a seguir cayendo y tomarlo como un deporte de alto riesgo, tengo miedo de cansarme y ya no querer levantarme más. Tengo miedo a perder la línea, periodística y corporal. Miedo al color que ha tintado mí misión y mí visión. Miedo a ser pobre. Tengo miedo torero, miedo a doblar la esquina y encontrarte cara a cara, frente a un espejo, mirarte y analizarte, observarte y deleitarme, mirarte fijamente a tus ojos oscuros y tan cerca de poder sentir mí aliento, que también es el tuyo. Tengo miedo torero, miedo de reconocer y saber que si yo soy tú, tú no eres yo.