martes, 14 de febrero de 2012


IDEA I. Dulce venganza de un fetichista enamorado
Cuando el vetusto reloj cucú -que adornaba los añejos muebles de esa sala innombrable- marcó las 10 de la noche, pensé que tal vez no habría un mejor momento de mi vida como el que estaba aconteciendo. Tenerte muerta y desnuda; fría y expirada mientras yo me deleitaba con tamaño espectáculo; el regocijo fue pleno, agresivo y orgásmico. Recuerdo que apelé a mis adicciones onanistas, dejándote embarrada de todo lo que soy y me integra.
Semanas antes y ante la indecisión que adornaba nuestra ininteligible relación tomaste la iniciativa de acabar con toda una serie de eventos lamentables. Mientras yo lloraba, gemía y balbuceaba piedad, tú permanecías parca, seca, apática, soberbia, imperturbable, fresca, impasible y negligente. Me arrodillé a tus pies, como siempre fue y como nunca debió dejar de serlo, los besé con pasión, como si fuera la última vez y los lamí con locura (Oh, malditas facultades videntes pensé), luego torcí mi cerviz humillada, te miré pero tu temple impávida me negó una sonrisa. Ese era el final. Tuyo y mío, pero más tuyo.

Tus amigas, que observaban todo, me levantaron del piso, me secaron las lágrimas con sumo cuidado –y burla- conminándome a que me retiré del lugar. No te voy a mentir (Sería incapaz de engañar a un muerto) deseaba con suma pasión extinguirlas de la faz de la tierra, ellas eran las causantes de todas mis desventuras y desgracias. Ellas se habían encargado de hacerme la vida miserable y sin ningún crédito se otorgaban todas las regalías de mis acciones dolosas; pero bueno, ya tendría tiempo de ir discurriendo una buena escalada de actos para resarcir tanta perversidad y malquerencia…
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IDEA II. Pude ser tu Macro Porno Intenso
Si me preguntan si me arrepiento de algo, podría aseverar 100% convencido que lo único es no haber aceptado tu indecente propuesta de vernos por última vez. De no haber sido capaz de un nuevo encontrón que incluía besos, caricias, toqueteos y mucha lengua y saliva. Me moría por volver a apretujar esas nalgas indecentes, de volver a lamer esas tetas de muñeca, de morder esa boca devota y de besar esos pies inquietos e hipnotizantes, que me encandilaron desde el inicio de nuestra (dizque) relación. Me arrepiento de eso y de más.
Pero no me arrepiento de haberte negado mi presencia, de haberte dejado con las ganas de sentir mi portentoso y combativo bastón de acero inoxidable, en conclusión de haberte dado el inolvidable y último mejor polvo de tu vida, porque de mi podrán decir de todo, pero nunca que soy un mal amante; sé luchar hasta el final, hasta que mi enemigo quede rendido, desfallecido y tembloroso…
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IDEA III. La historia al revés
Llevo toda la puta mañana tratando de escribir algo medianamente decente –pero no puedo-, tratando de balbucear algo interesante –pero ya es imposible-. Está vez, y creo que de por vida, perdí toda noción de lo que es escribir, de una buena frase, un buen cierre, un buen final y un buen inicio. La musa se esfumó.
Siempre pensé que el día que dejara de escribir noticias para que las lean otros, podría empezar a escribir mis propias noticias. Siempre tuve la plena confianza y seguridad que al dejar de escribir para terceros podría escribir mis propias historias o en todo caso terminarlas. Craso error. Estoy peor que antes, adormecido y aletargado, imbuido en una vorágine de estupidez y desidia, es definitivo, ya no puedo escribir más.
Ante tanta escasez de ideas y falta de iniciativas, debido a un tormentoso proceso de acondicionamiento a mi nueva vida lejos del periodismo, sentado desde mi nuevo escritorio de cedro (Oh, que redundante la vida), postrado en una silla comodísima y donde mí culo puede descansar por horas, mirando la pantalla plana de mi computadora y leyendo con nostalgia mis archivos periodísticos, acabo de comprender que dejé mi vida literal y de escritor frustrado en la redacción que hasta hace 4 meses ocupé con mucho entusiasmo.

Y como no tengo ideas y me vale madre tenerlas, porque estas son tan hijas de puta que me despiertan de madrugada para mostrarme cuentos afiebrados de finales infelices, que nunca recuerdo; decidí colgar dos extractos de lo que empecé a escribir esta desértica mañana donde la inspiración decidió no visitarme nunca más.... Me extingo.