viernes, 26 de diciembre de 2008

El "emputamiento" me absorvió

Me equivoco, o miento, cuando afirmo que estoy seguro de querer ser escritor, la verdad es que cada día que pasa me convenzo más de que me tendré que conformar con ser un redactor de la página cultural de un diario nacional. Ex redactor de policiales y ahora sosegado y aburrido receptor de órdenes idiotas. Disconforme con mí sueldo, disonante con mis jefes, inconexo con las (dizque) cabezas (no pensantes), alejado completamente del poder, exiliado de un buen futuro. Disidente convexo de la sobonería. Enemigo brutal de los chupamedias. Y adversario de los adulones e inútiles seudo líderes.

Ayer, releía los textos que llevo escribiendo más de un año, los cuales no he avanzado nada. En estos momentos no podría si quiera escribir una hoja por día. Lo intente, juro que lo intente. La página 30 fue un mamotreto de paparruchadas y obscenidades sin sentido. Temo haber perdido la ilusión de escribir, tiemblo ante la cruda realidad de haber perdido la energía y atrevimiento de un joven de 22 años. Me siento bruto, desamparado, infeliz, menesteroso de ideas, aciago de vida, infame en percepción, nefasto en el día a día, fatídico, funesto, prejuicioso, deplorable, malo, me siento lonely.


Y la verdad, que a falta de vitamina B, debido a acuciosas borracheras, mis ánimos siguen decayendo. Ahora para evitar resacas me pepeo, un buen coktail de somníferos es lo ideal contra la resaca. Duermo, duermo y duermo. Y de paso me olvido de mis metas atrazadas.
Post atrás afirmaba que las musas no existían. Hoy ya no sé si mí afirmación sea tan valedera, creo que como siempre me equivoco. Y tal vez la Musa fugo hace tiempo tras verme a los ojos y descubri al patán y payaso que se esconde detrás de mí sonrisa.




Hasta hace un tiempo garabateaba, no pensando un una musa, escribía creándome mundos alternos, futuros encuentros y exagerando pasados tontos. Ahora no se me ocurre nada, y mí primera novela se ha quedado en el cajón del olvido, entre telarañas y teclas despintadas y oxidadas, sin ideas, sin argumentos y en un estancamiento global. Mis neuronas están en huelga, no quieren saber nada con la lectura o escritura, sólo quieren embriagarse y dormir. Hoy amanecí sombrío y suicida. Hoy amanecí macerado y calamitoso. Hoy amanecí adverso y ominoso. Hoy no quiero escribir más. Hoy no quiero leer menos. Hoy quiero ser bendecido con la suerte de un año exitoso. Hoy sigo sin creer en los milagros. Hoy mí vida es un caos relleno de confusión en salsa de indecisiones. Hoy me siento lonely.


Feliz Año Nuevo…. Espero en el 2009 conseguir editorial. Nada más...

viernes, 12 de diciembre de 2008

Requiem por un bohemio...

Palabras más o menos. Palabras y más palabras. En eso se resume todo. Palabras en exceso y en carente. Mensajes ausentes, frases indispuestas y grafías que nunca llegaron a su remitente; y que esperan aburridas en el casillero postal de un músculo sin razón. Verbos indecisos y ambiguos y emputados y solemnes y melancólicos y airados y tísicos y chiflados y monosilábicos y testiculares y embetunados. Adjetivos calificativos y descalificativos, dependiendo de la torpeza que me inunde en el día. En común, son los fines de semana donde suelo cometer más errores. Pensé, hace poco ¿o hace mucho? Ya no recuerdo bien. Que había cambiado. Me equivoqué. Como siempre. “Para no variar”, diría mi Odontóloga favorita. En fin.
Palabras más o menos que no me duelen. El fin de semana soy inmune. Imberbe y brutal… o bruto mejor dicho. Tengo el temor de que en algún momento de mí etílico comportamiento suelte alguna frase inequívoca, mal dateada. Equivocar los remitentes de mis cientos de frases guardadas. “Pase usted, Ron Damón la esta esperando; a Doña Florinda. Lo siento mucho, Ron Damón murió; a la chica linda, escultural y bella. Tortazo en la cara a la chica que me mantiene (vivo)”. Bueno la idea es esa.
Palabras añejas, palabras llenas de remordimiento. Palabras que se las llevó el viento, pero que luego regresaron en un boomerang muy afilado y de una puntería, digamos, más que exacta. Exactísima. Infalible. Ay, ¿duelen?. No, no duelen. Molestan, hincan, me hacen decepcionarme más de mi mismo. Porque valgan verdades, soy el más decepcionado de mí mismo que cualquier otro. Incluso que mí padre, de quien hace poco escuche decir (me) “Desanda el camino andado en tu vida y vuelve al regazo de tu madre para no molestar más aquí”...o mejor dicho...Ándate a la Concha de tú madre.

Well, well, guardaré mis palabras por un tiempo más. Un tiempito más. Para ver si te cruzas en mí trocha y te las suelto todas como mono con metralleta; sin dolor, sin escatimar en municiones y mucho menos en muertos y heridos. ¿Te podría matar con mis balas? Noooo. Tú me aniquilas, me exterminas, me arrasas, me consumes, me divides, me destrozas, me descompones, me quebrantas, me aplastas, me devastas, me desmantelas, me abates, me demueles, me asolas, me hundes y me precipitas y me corroes. Pero no importa tengo varias vidas como gato de callejón.



Porque León de Natuba digo ser, creo ser, pienso ser. ¿Pero sabes quién diablos es? El León de Natuba era un ser disforme e imperfecto, seguidor de El Conselheiro (La Guerra del Fin del Mundo) muy fiel y el único inteligente de la legión, el único que sabía leer y escribir. Una especie de amuleto y secretario general de la aventura escrita por MVLL. Pero muy imperfecto. Demasiado inconcluso e inacabado. “¡Presente!”.


Al fin y al cabo, aperturo y concluyo siendo palabras. Ahora sin más sentido que cuando empecé. Con menos orden. Sin brújula, sin norte y sin proa. Y sin bases. Y sin futuro. Y sin lectores. Y sin dinero. Y sin ganas. Sin ansias de nada. Me gustaría ser renunciable a todo, irrenunciable a mandar a la mierda al mundo. Ser un bohemio de verdad. Y vivir muriéndome de hambre pero llenándome de libros. Obras, textos y novelas mías. Escritas por mí. Plasmadas por mí e inspiradas por ti. Al fin y al cabo a las palabras les ocurre lo mismo que a las monedas: no siempre tienen el mismo valor. Pero eso no es lo importante maldito mojón de la frontera con Tiwinza...