

Me he frustrado y he vivido, he mentido más que en mis vidas pasadas, le he rogado a Dios, he creído nuevamente, he rezado en las noches y en sumatoria sigo descreyéndome más que nunca. Me enseñaste a ser ateo y lo aprendí bien.


Una catarsis o situación catártica, es una experiencia interior purificadora, de gran significado interno, provocada por un estímulo externo. Mandar todo a la mierda y explotar visceralmente, expeliendo todo lo que nos produce intranquilidad y desdicha. Todo lo escrito en esta bitácora es mera y escueta ficción. Pero si alguien se siente identificado con los personajes, las disculpas del caso por robar su realidad y convertirla en mí ficción...
Una enana mental, de piel fogosa y ganas explícitas me dijo alguna vez que era un espléndido egoísta, que nunca por nunca podría querer a alguien de verdad, que me pasaría la vida entre correteos y medias noches. Que solo serviría como un imponderable amante pero nunca un buen novio (¿Era un halago?). Y, de pura pica, le respondí: No me amo yo, menos te voy a amar a ti.
Algunas noches soy fácil, no acato límites.
Soy raro, me siento un apestado, un incasto sin corazón, un lujurioso, un ser pobremente virtuoso. Ya no siento vergüenza de nada. Todo pasa, nada queda. No aprendo de mis errores. Los cuernos que pongo ya no me causan estragos. Soy feliz así. Quiero ser un bohemio, escritor e infiel. Quiero vivir con “Victoria” y “Soledad”. Tal vez podría dejar de comer meses, y sólo llenarme de pensamientos libidinosos, incontinentes, intemperantes y lascivos. Los deseos paganos son mis favoritos. Los pecados capitales fueron inspirados en mí. Estoy condenado a reencarnarme miles de veces hasta aprender que la lujuria no es buena. Tamaña idiotez, bienvenidas sean señoras reencarnaciones.
Con el tiempo fui aprendiendo a ser robot, era programable en cuestiones del amor…
Y prueba de ello y mí poco interés por ser conocido es que escribo cada vez que lleno el silo de mí paciencia, o cada vez que una pesadilla me atormenta brutalmente, o cuando cago las cosas (que de un tiempo atrás ya no son tan frecuentes). Últimamente mí vida esta estable y eso no me permite regocijarme en el barro de mí inmundicia, lejanamente recuerdo problemas tontos y orgullosos. Y si antes me arrepentía, ahora me alegra de haber tomado ciertas decisiones, porque de lo contrario mí vida no tuviera el caudal que tiene hoy en día, ni hubiera conocido a la Dra. K, ni existiera VanoOficio y mucho menos Neo me escribiera comentarios tan compasivos, humamos y bienhechores. Esos que me dan ganas de seguir escribiendo.
Y trayendo un poco del pasado a mí presente, me gustaría recordarte una de las canciones con la que partí, esa que te dediqué por el auricular de mí celular viejo y tosco, esas canciones que son mensajes directos en un día de esos en que nos emborrachábamos con tragos cachineros, previo al infausto día de afirmaciones de templete: Compárame que aunque salga ganando yo he perdido, si de nada valió haberte querido, quizás a mí me sirva de lección. Compárame que ya tuve ocasión de compararte, si de nada valió haberte querido… Mí orgullo puede más que nuestro amor.