Yo te prometí hacer deporte pero era una mentira, para robarte un tal vez. Y si, dejé las drogas y me inicié en el mundo del gimnasio, del basket y del fútbol. Pero poco tiempo después descubrí que nada es tan importante, ni vale tanto como para dejar mis vicios por una dictadorzuela de pacotilla. Soy un ser histérico de por si, cuando estoy de malhumor suelo tener pésimas respuestas ante cualquier pregunta, me atolondro de más y burbujeo por mandar todo a la mierda y huir. Esa es mí paz, esa mi frontera, mí ciudad, tus talones, tus nalgas y tu espalda, alrededor no hay más nada. No me gustan los besos de más, prefiero quedarme con las ganas del jugueteo de una lengua a empacharme con besos furibundos que atosigan mí comúnmente atiborrada sed de pasión. Bésame pero no tanto. Mejor tócame y cállate.
No soy un ser cariñoso, si me nace serlo en un breve lapsus, y ese momento debería ser aprovechado, no suelo ser tan patético muchas veces. Y este comportamiento me es esquivo siempre, cuando intento serlo me siento un mojigato, es que no soy yo, el azúcar no va conmigo, la miel de abeja se la dejó a mí hermano. Él es un ser caballeroso, pero malgeniado, que le encanta robar suspiros con poemas embelezados de tinta derramada de su rojo corazón. Yo no pues, y no jodan. Yo no soy un santurrón, no soy un ente fiel y tranquilo. Yo no soy yo. Y así, con el 666 grabado en el culo me siento feliz y contento, sin lamentos ni infortunios y mucho menos de complicarme la vida por uno o dos besos.
Tengo ciertas manías y adicciones. Detesto levantar las tapas de los inodoros porque me dan asco, tampoco me gusta el sonido del chorrito de “pichi” al caer al tazón. Cuando camino solo detesto que la gente se cruce en mí camino, odio las multitudes porque me ahogan y me desconectan de tantas canciones bohemias y rudas que va cantando mí cerebro en caminata. Doy consejos pocas veces, es que alguien que no merece mí atención y respeto tampoco merece mí tiempo. Soy un indolente y no me gusta ayudar –físicamente- a nadie. No me gusta servir pero me encanta que me sirvan. Si mañana muero y me dieran la oportunidad de escoger un ser de la historia para regresar reencarnado escogería a Cleopatra. Pero pediría quedarme con mí pene. Somos el uno para el otro.
Soy adicto a una mujer, a sus labios comprensivos, a su cuerpo decente e incólume. A su pelo escandaloso y a sus pies combativos y secuaces. A su lengua placentera y a sus palabras mágicas. Adicto a sus órdenes, sus pisadas y sus vendettas inocentes. Soy adicto a su mirada dominante y a sus frases célebres. Soy adicto tanto o más de lo que algún día quise serlo con la marihuana, pero mí soberbia taquicardia no me dejó. El fuera de juego era evidente y en la frente me escribí tú nombre, por primera vez…
6 comentarios:
Yo no hablo, yo te toco, yo te rozo, yo te miro, yo te observo, yo te palpo.
Yo te toco, tú me dejas?
Anónima.
Recién me estoy poniendo al día con tu blog. Hace como 1 mes o más q no lo leía. Ta bueno este último.
hace tiempo no te leia...
Yo tengo un postulado: no importa cuan patanes seamos, siempre habra una mujer que domine... yo creo que la mujer tiene un don de domadora que baja nuestro salvajismo.
Ya sea por sexo o por amor, siempre habra una que nos tendra embelesados.
estas o no enamorado??? y tienes mucha razón,solo necesitas que te toquen....no sirves para palabras bonitas jajaja...
yo aun sigo esperando mi historia jajajaja
Me encanta! A mi tampoco me gustan las cursilerías ni los besos, prefiero una conversación inteligente, pero sobran los bobos. Y si, tengo poca tolerancia con ellos y con otros más. Me gusta tu irreverencia y tu desfachatez.
Publicar un comentario