Un día común y corriente me desperté y la inspiración se había marchado. No sé, ni nunca lo sabré, si se fue sola o mal acompañada. No sé, tampoco, si algún día regresará por la puerta falsa arrepentida de haberme abandonado, triste por su aventurilla de pueblo y con cierto tufillo de perdón irremediable. Y es que, a diferencia de muchos, no creo que la musa de la inspiración se pueda aparecer, fantasmagóricamente, después de fumarte un porro o luego de 7 u 8 vasos de whisky, hielo y apuro. Creo más bien que puede ser, y esto es una simple teoría, una lozana mujer, de belleza mítica, de andares equívocos, mirada fría y penetrante, de pies inmaculados, sonrisa retorcida y eterna. Pienso que podría ser una mujer de tetas decentes y culo respingón y bohemio. Tal vez tenga una boca real, sincera y brutal, de la cual brotan las ideas más geniales para los oídos de los mortales más afortunados. La musa debe ser alegre y sin problemas en la vida, debe vivir retozando de un lado a otro, sabiendo que todo el mundo la desea pero casi nadie puede tomarla. Y por ese motivo la musa es malvada y cruel, puede estar un día y luego no regresar nunca más; puede aparecer un minuto y marcharse una eternidad. La musa verdadera tiene el corazón de una medusa griega y mitológica, el cuerpo de Afrodita, los pies de Venus, las buenas intenciones de Ares y hasta podría asegurar que posee el bueno humor del minotauro.
Me emborracho buscándola en mi delirium tremens pero no aparece por ningún lado, luego me fumo un porro cargado de esperanza y escape pero me estrelló con las náuseas y los mareos pertinentes y primarios de un estúpido que ni para drogadicto sirve. Entonces decido buscarla en otras mujeres e inició el recorrido –mental- de la mujer que podría reemplazar a una musa irremplazable. Y busco su número en mí celular y le escribo un mensaje por demás necio, cargado de sexo retorcido y gustos extraños – algo que la mayoría de mujeres nunca entendería, porque la mayoría (no digo todas) no puede creer que un hombre pueda lamer de pies a cabeza (literalmente) a una mujer y sentirse satisfecho.
Y la niña postulante a musa no responde y piensa que soy en pervertido sexual con gustos exacerbadamente extraños y que en cualquier momento podría emborracharla y violarla. Y la niña de mente provinciana y cerrada cree y afirma que estoy totalmente loco y desquiciado. Y la pequeña "piegrande" lee mis mensajes de texto junto a sus amigas y se ríen y extrañan de las atormentadas declaraciones de un borracho noctámbulo. Entonces ponen cara de asco porque, en su atribulado y limitado vigor sexual, no les entra en sus cabezas de corcho mi pedido morboso y desquiciado. Y porque en su record sexual nunca han sido tan atendidas como yo le propongo a la musa falsa. Y yo le pido y le ruego a la enana de falsa moral que me regale una hora de su cuerpo, que me permita catar sus pies, surcar sus nalgas, hendirme en su monte de Venus y fusionarme con sus olores y sabores y quedarme eternamente satisfecho por 60 minutos. Pero la “maja vestida” no entiende, no lee, no escucha y no observa mis urgencias, la tormentosa “duende de jade” vive en planetas más superficiales, donde lo normal es montar a caballo y no dejar que el potro te monte a ti.
1 comentario:
ja. Que buen final. Hace tiempo que no te leía, ya se extrñaban estas líneas un tanto amargas y contundentes. Espero escribas con más frecuencia.
Hay veces que quiero escribir así, pero algo me detiene, no sé que. quizas es que he dejado el anonimato y unas líneas perversas contradecirían lo que soy. No lo sé. Pero tengo el hambre de escribir, el afán de serlo. Hay momentos que deseo ser un cínico con las letras y ser oscuro, que vomite en una hoja aquellos pensamientos más oscuros y deseos más ocultos. Los confieso, sí. Pero en forma de lamentos o tratándolos de manera eufemista, disimulándolos, pero -creo yo- para alguien que escribe es necesario soltarlo todo, como salga, darle vida y hacerlo digerible. Es por ello que te leo, porque me identifico con la forma que escribes.
Algo más: Me parece haberte visto ayer, por saga.
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