Hoy en la mañana me preguntaba de qué escribir, cuando no tengo ganas de hacerlo, cómo lograr que el mes no se me pase sin publicar algo, y cómo lograr que las ganas de garabatear en letras vuelvan por un momento, me brinden su inspiración por media hora y poder plasmar algo, para luego abandonarme, como siempre, como nunca va a dejar de serlo. La musa de la inspiración no existe, y si existe sólo me visita cuando la musa de carne y hueso – léase Miss C – me abandona cansada de mis infinitas estupideces, harta de mis eternas gansadas y asnadas. 
Muchos escritores, yo aún no me considero uno, comentan y reflexionan que es una gran mentira que sólo puedan escribir cuando están en estado crítico, muertos en vida, que en su mayoría escriben cuando la tranquilidad ha tocado su puerta.
Yo, que no soy ensayista, no me considero escritor y soy un incipiente aprendiz de tinta, podría dar fe, un dogma de fe en mi vida, que sólo puedo escribir cuando me encuentro atormentado, solo, triste, abandonado, miserable, sórdido, egoísta, desdichado, infeliz, necio, pusilánime, ruin (porque suelo ser muy vil si quiero), despreciable, puto, perverso, infame (“Eh tú, me encantó cuando me dijiste eso, porque, nosé por qué, la palabra INFAME me encanta”). Pero, valgan ciertas y todas verdades, hace ¿meses? que no me siento abatido.

Me estoy portando bien me dijo la voz de mí conciencia (que tiene el mismo tono necio que la del Hermano Pablo), pero mí Devil Inside, que lo adoro y cuido como fiel mascota, me putea a diario por mí monse comportamiento, me pide un comportamiento libérrimo, promiscuo, me obliga a una revuelta hormonal, una perdida carnal, añora tiempos aquellos que servían para desaparecer días en la calle de los besos sin amor. Valga la aclaración no estoy hablando de putas, porque podré ser de todo un poco, menos putañero (¿existe la palabra?), no me atraen las habilidosas mujeres a las que hay que pagarles por un poquito de amor fingido y tísica comprensión. Aquellas que fingen un orgasmo, como en la peor película porno. No, no soy asiduo a esas necesidades.

Parte de mí ha cambiado, ha mutado, me he convertido en un tonto enamorado, comprensivo no, porque nunca he tenido paciencia, soy un histérico compulsivo, todo me llega al pincho. Y tal vez esa vena de amor que corre por mi torrente en este momento me impide seguir con la dizque novela que empecé hace un año, estoy varado en una isla de comprensión y felicidad, pero si en algún momento se iniciara una zafia tempestad, abandonaría tierra firme y regresaría al océano, sólo un minuto, basta una depresión fuerte, un impulso para acabar con lo que empecé, un chapuzón de
desdicha y ya esta...
Help me!!, help me!!