
El desengaño amoroso que sufre tras la ruptura de su relación sentimental con la actriz norteamericana Constance Dowling - a la que dedica sus últimos versos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos - y su malestar existencial lo llevan al suicidio el 27 de agosto de 1950, en Turín. Hoy, luego de haberme devorado una saga de sus magníficos poemas, me veo en la imperiosa necesidad y decorosa obligación de propagar (cual plaga), para los que no lo conocen, una de las mejores odas que he tenido la suerte de leer. Y que sufro, me emociono, embriago y maldigo cada vez que leo, o cada vez que recuerdo sus versos que revuelan en mí cerebro, imaginando a Cesare minutos antes de ingerir doce sobres de somníferos y cruzar el umbral que separa la desdicha de la tranquilidad...
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto.
Tus ojos serán una palabra inútil,
Tus ojos serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas ante el espejo.
Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.
(Para ti, (sin cariño) cuando decidas (si decides) venir...)